A los 47 años, Leigh Anne tenía la determinación y la esperanza de cambiar viejos patrones de pensamiento y comportamientos para enfocarse en lo que realmente era importante para ella. Leigh Anne es facilitadora de programas en un distrito escolar y maestra de profesión. Leigh Anne, miembro de Kaiser Permanente de toda la vida, empezó a recorrer su camino con el Centro para una Vida Sana de Kaiser Permanente en el condado de San Bernardino al participar en el programa Healthy Balance para controlar su peso. El programa fue solo el principio de un trabajo de exploración del estrés que experimentaba sin notarlo.
Leigh Anne se dio cuenta de que muchas de las preguntas que planteaba en las sesiones del taller estaban relacionadas con el estrés. Cuando empezó a trabajar con su asesor del programa Asesoría de Bienestar por Teléfono se hizo más evidente que el estrés que sentía afectaba algo más que su peso. La estaba distanciando de las personas que la hacían feliz. Leigh Anne se dio cuenta de que cargaba con mucho estrés causado por su trabajo. Ella compartió: “No solo dirijo el centro de aprendizaje. Soy administradora cuando el director no está. Soy coordinadora de pruebas, así que tengo mucho que hacer”.
Reconoció un cambio en su temperamento y energía. “Cuando llegaba a casa, estaba exhausta. No siempre estaba de buen humor. Empecé a deprimirme. Realmente no quería hacer nada, ni siquiera los fines de semana. Solo quería quedarme en casa y descansar”.
Al crecer, le enseñaron que si sentía estrés “solo debía afrontarlo”. Al llegar a la edad adulta, las convicciones fundamentales de Leigh Anne eran enfocarse en su carrera, ser financieramente independiente, prepararse para la jubilación y no depender de nadie. Ella recuerda: “Todo era trabajo, trabajo, trabajo. Aunque [mis padres] no lo decían… estaba en mi cabeza lograrlo. Debía trabajar. No iba a pedir ayuda a nadie porque puedo mantenerme sola”.
Como resultado de sus sesiones de asesoría y su participación en el taller “Estrés y salud emocional” del Centro para una Vida Sana, Leigh Anne se dio cuenta de que, para aliviar el estrés que sentía, debía enfocarse en las áreas de su vida sobre las que tenía control.
“Aprendí que si iba a eliminar algo, debía ser algo relacionado con el trabajo en lugar de desquitarme con mi familia y mis amigos”. Leigh Anne empezó a trabajar para cambiar su mentalidad y comenzó una etapa de replanteamiento.
“De las clases aprendí [a no] mirar el panorama general. Aprendí que debía dividirlo en partes más pequeñas. Hice esta parte de la tarea; debo sentirme orgullosa de mí. Logré algo. Así que empecé a pensar de esa manera y noté que eso comenzaba a ayudarme con mi nivel de estrés”.
Ella notó que estaba de mejor humor en casa y en el trabajo. En cuanto Leigh Anne se daba cuenta de que tenía un pensamiento negativo, rápidamente señalaba algo positivo que había hecho, como completar una tarea diferente, ver a un niño feliz como resultado de una colaboración o reconocer que el grupo en el que trabajaba había aprendido algo nuevo.
“Intento pensar más en lo positivo que en lo negativo, aunque sigo dándole vueltas a lo negativo. ¡Pero no tanto!” Sin darse cuenta, Leigh Anne estaba formando nuevas vías cognitivas. Comenzó a practicar el autoelogio. Ella recuerda que el asesor mencionó el diálogo con uno mismo en sus conversaciones, diciendo: “Oigo tus pequeños elogios como: ‘Oh, puedo con esto’. El tono es mucho más alegre. Eso es en lo que intento trabajar”.
Poco a poco reconoció el diálogo saludable con uno mismo y con la práctica se le hizo más natural. Ella señaló que le costó trabajo. Las palabras de elogio para Leigh Anne fueron frases tales como: “Lo conseguimos. Siempre hay una próxima semana. No llegué a hacerlo, pero lo haré la semana que viene. Todavía estará ahí. No es gran cosa”.
Leigh Anne empezó a trabajar en poner límites. “Soy una persona a la que todos acuden y trato de resolver los problemas de todos. Saben que pueden contar conmigo”. Aunque entendía que algunas tareas formaban parte de su trabajo, también sabía que era importante tener más equilibrio. Si se le pedía que se quedara después de su horario de trabajo, empezaba a sentirse más cómoda expresando su opinión. Se vio a sí misma respondiendo: “No, lo siento. Ya hice dos reuniones después de la escuela”. Aunque poner límites no era fácil, le daba la oportunidad de pasar tiempo con su familia y sus amigos.
También empezó a delegar pequeñas tareas a sus colegas. Para su sorpresa, estaban felices de poder ayudarla. “Eso me ayudó mucho, pero otra vez me llevó tiempo lograrlo porque estoy acostumbrada a hacerlo todo por mi cuenta”.
Leigh Anne buscaba de forma intencional cosas que la hicieran feliz mientras trabajaba. Empezó a ser mentora de otra maestra y lo disfrutaba mucho. “Estoy descubriendo cosas en el trabajo que disfruto en lugar de que sea solo una tarea habitual, una tarea de todos los días. Así que no sé si estoy cambiando de opinión al respecto o simplemente es que lo estoy disfrutando”, afirmó entre risas.
Cuando se le preguntó si tenía algún consejo para compartir con los más jóvenes, Leigh Anne respondió: “Deben encontrar el equilibrio. Eso es lo que intento hacer. Solo que lo aprendí cuando ya era grande. No renuncien a la diversión. No renuncien a salir con sus amigos y su familia. No permitan que el trabajo les quite otras partes de su vida”.
La historia de Leigh Anne es un recordatorio de que el cambio no ocurre de la noche a la mañana. Nunca es perfecto, y contar con el apoyo de una red de personas y recursos es clave para conservar los nuevos hábitos.
Para obtener información, programas y herramientas para ayudarle a manejar el estrés, visite la página de Salud mental y bienestar en el sitio web del Centro para una Vida Sana.
*Las fotos muestran modelos, no participantes reales del programa.